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EL URUGUAY COMERCIAL. PASTORIL Y CAUDILLESCO


El Estado uruguayo (1830-1870)

En 1830 Uruguay tenía una baja densidad demográfica, se calcula que la población era cercana a 74.000 habitantes (14.000 en Montevideo y el resto en el interior), con un promedio de un  habitante cada 2.5 Km.
Las fronteras estaban mal definidas y existía una zona de litigio con el imperio brasileño (que terminará de definirse con los tratados del 51).

La formación económico-social uruguaya se caracterizaba por ser comercial, pastoril y caudillesco. Monoproductor y dependiente del mercado inglés (cuero) o del brasileño (tasajo), tenía una balanza comercial desfavorable producto de un consumo suntuoso de los sectores dominantes.

El armado constitucional fue pensado para mantener el poder entre los sectores poseedores, asumiendo una homogeneidad que no existía.
El Estado será débil (tanto como aparato de dominio como de administración) porque no puede ejercer el control- y menos aún el consenso- sobre el conjunto del territorio. De principios liberal-censatario su estructura político-jurídica sufrió la división del país en dos bandos enfrentados, y que sumado al poder de los caudillos que tenían su propias huestes armadas generaron una constante inestabilidad.

Si consideramos las 17 cabezas del Poder Ejecutivo desde 1830 a 1876-incluyendo en ella y como una sola al Triunvirato inconstitucional que gobernó desde fines de 1853 hasta los primero días de 1854- la duración promedio de los titulares apenas alcanza a 2 años y 8 meses. De estas 17 cabezas, el cien por ciento soportó levantamientos armados y el 35% fue derribada por motines montevideanos o revueltas rurales(...)" (BARRAN, p. 40)

Desde el punto de vista financiero el Estado estaba en constante déficit y la manera de paliar el mismo eran a través de la enajenación de la tierra pública o de la contratación de empréstitos (acreedores extranjeros que reciben el apoyo de sus gobiernos o grandes comerciantes y terrateniente monopolizadores del oro).

La lucha por la tierra

La lucha por la tierra estuvo en la conformación de nuestros “partidos” tradicionales, en tanto que el dominio de la administración estatal permitía repartir o consolidar la propiedad. Es a través de los caudillos que se consigue tierra o se defiende la que se tiene, son ellos lo que canalizan la violencia a través de sus insubordinaciones al orden establecido.

Así los partidos, caudillos y fuerzas civiles impidieron la cristalización de la oligarquía colonial, tal vez no cambiaron la esencia de la estructura de la tierra pero si la titularidad del grupo poseedor (entre 1830-1870 se termina con la reacción al orden artiguista.). La existencia de distintos títulos de propiedad o la disputa sobre la tierra pública llevaron a los poseedores a vinculares con los caudillos.

A medida que las guerras se hicieron más frecuentes, era fundamental la inserción en la “hueste” del caudillo local, departamental y finalmente nacional. En las épocas de guerras civiles, cuando se multiplicaban las partidas sueltas que hacían la “guerra a las vacas” por su cuenta, contaba mucho la posesión de un casco de estancia así como de hombres que pudieran  resistir y defenderse de los ataques”. (SALA- ALONSO).




La formación social

Las diferencia extremas raciales y de clase que hubo no fueron tan extremas como en otras regiones de América. Hay que recordar que la eliminación de los indigena era un por intento de ordenar el campo y evitar así las pérdidas de ganado.
La clase dominante esta formada por una oligarquía mercantil–agraria” (““doctores” y “caudillos”, estos últimos dueños del efectivo poder durante la etapa”) Este sector se vinculaba entre sí por lazos familiares, generando un grupo reducido. Ideológicamente los intelectuales son liberales. y cosmopolitas lo que no implica que sean democráticos.
La mayoría de la población era “ un abigarrado conglomerado de clases y etnias dominadas.”En el campo, vivía una población mestiza, mulata y negra, junto a los blancos que solo parcialmente sometida al peonazgo. Existían “ los “hombres sueltos” no sometidos y el bandidismo rural que la debilidad estatal y las guerras incrementarían una y otra vez.” (SALA –ALONSO)

Las divisiones internas

La tendencia a internacionalizar los conflictos demuestra la inexistencia de una idea de una patria o nación vincula al territorio. El más importante de ellos fue la Guerra Grande en donde se definirá los límites territoriales  al tiempo que demostrará la dependencia de los países vecinos. Al decir de Pivel Devoto "ningún gobernante uruguayo de estos años llegó a pensar en términos exclusivamente orientales; de allí la "internacionalización" de los partidos y el hecho de que el partido precediera a la Nación. En 1836, en la batalla de carpintería, hubo "colorado" y "blancos", pero todavía no uruguayos”. Hay que tener cuidado al usar el concepto de partido en el siglo XIX, son a lo máximo facciones, banderías,” agrupaciones políticas, informes y teñidas de personalismo” ( BARRAN). 

En los enfrentamiento del siglo XIX cada uno ira construyendo su propia historia con hitos y héroes (la masacre de Quinteros o la defensa de Paysandú), fomentando la división. (los intentos de superarla fracasaron por los intereses que estaban en juego)
Las luchas intestinas generan el agotamiento de los campos, las divisiones familiares e inestabilidad política. La inserción en el mercado mundial modifica las fuerzas productivas en función de la demanda externa (crecimiento hacia afuera). El aumento de la inversión hace que sectores de la clase dominantes busque “estabilizar “ el orden y el progreso” del país. La modernización de fines del siglo XIX responde a esta demanda y en ella se inscribe la aparición de la historiografía uruguaya.  



Bibliografía citada.
BARRAN, José Pedro. Historia de la sensibilidad en el Uruguay , Montevideo, EBO, 1989
PIVEL DEVOTO, Juan- RANIERI, Alicia, Historia de la republica oriental del Uruguat, Montevideo, Medina, 1956
SALA, Lucia- ALONSO, Rosa. El Uruguay comercial, pastoril y caudillesco, Montevideo, EBO, 1991


Publicado en El Popular. Semanario, Uruguay,  21 de febrero de 2014, N 256, 3ra época

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